Mis ahorros empezaban a agotarse y necesitaba trabajar. Comencé a buscar empleo en Craigslist, específicamente en el sector de la gastronomía. Nunca había trabajado en algo relacionado, pero debía intentarlo. Siendo músico y en medio de la pandemia, mis alternativas eran limitadas. Así que empecé a enviar correos a las direcciones que aparecían en los anuncios de trabajo.
Fui a mis primeras entrevistas, pero en cada una me enfrentaba a la misma pregunta: “¿Estás autorizado para trabajar en los Estados Unidos?”, a la cual respondía que no, esperando que me ofrecieran algún tipo de arreglo para trabajar en efectivo. A veces, yo mismo proponía el trato de trabajar por cash, pero la respuesta siempre era negativa.
Después de varios intentos fallidos, decidí ser honesto desde el principio y escribí en mi currículum “no estoy autorizado para trabajar en EE.UU.” Increíblemente, recibí una oferta de entrevista a la que acudí. Me entrevistó Kaam, el dueño de un café en Greenwich Village. La conversación fue la siguiente:
Kaam: “Así que eres un inmigrante, ¿verdad?”
Yo: “Así es.”
Kaam: “Cuando estaba en tu situación, un amigo de un amigo me mostró un lugar en Queens donde puedes obtener papeles ‘de segunda mano’. Eso fue hace mucho tiempo… pero si lo consigues y vuelves, puedo darte trabajo.”
Agradecí la información y regresé a casa.
Al día siguiente, partí hacia Queens. Dado que Queens es grande, sabía que tendría que preguntar para encontrar el lugar exacto. Entré a un restaurante donde el personal era mexicano y les pregunté: “¿Dónde consigo papeles para poder trabajar?”.
Al principio, me dijeron que no sabían nada, pero hacia el final de mi almuerzo, uno se acercó y me indicó: “En la avenida Roosevelt, cerca de la calle 82”.
Agradecido, me dirigí hacia allí, tomé el metro y llegué a la estación de la calle 82 con avenida Roosevelt.
Bajé y comencé a buscar en las esquinas, preguntando por papeles. Para mi suerte, la primera persona a la que pregunté, un hombre de mediana edad con acento ecuatoriano, dijo que podía ayudarme y me llevó a un estudio fotográfico cercano. Allí me explicó que los papeles costaban $100 dólares, incluyendo una green card y una tarjeta de Social Security falsas, y que estarían listos en una hora.
Pagué la mitad por adelantado y me fui a un café a esperar.
Efectivamente, una hora después, el hombre regresó. Le pagué los $50 restantes y recibí mis papeles.
Los examiné en detalle en otro café. La green card se veía bastante mal. Al compararla con modelos en internet, era evidente que la imitación era muy burda.
Sintiéndome estafado, confronté al vendedor, diciéndole que la tarjeta se veía demasiado falsa como para que me la dejaran pasar. Él simplemente respondió: “¡Es lo que todos usan para trabajar!”
Frustrado, me fui pensando que había desperdiciado $100. Sin embargo, para mi sorpresa, cuando la usé en mi primer trabajo en un restaurante del downtown, la aceptaron y pude comenzar a trabajar.
El hombre tenía razón: esos papeles son los que muchos inmigrantes indocumentados usan para trabajar.
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